Para que me reconozcas, tengo todo el tiempo del mundo. Viviré mientras tanto, esta noche inconclusa a jirones desgarrada. Fingiré la inocencia del gamo sediento junto a un río de fauces, que no se sabe en peligro, y bebe. Sosegaré con tus versos leídos desde lejos, el dolor que no calman estas horas cinceladas, preciosísimas a recuerdos. Sostendré la pesada carga de amar a solas siendo las alas del amor tan leves, como las leves alas, son de las mariposas. Piénsame tú mientras tanto, la mirada a las claras del día, los párpados cerrados ante la noche del beso. Piénsame tú los pechos desnudos, blancos, llenos... rotundos entre tus manos. Piénsame serena, o altiva, como velamen henchido de vientos favorables. Piénsame de labios sedientos y aliento por profanar. Piénsame las manos que esperan y mídeme las fuerzas arreciando temporales. La espalda recia, el deseo, la ternura quebradiza… Ve pensándome tormento de mis tormentos; Y así, de poco en poco, de aquí a que me reconozcas, en tus adentros, lugar de las verdades, yo habré crecido a tu medida. Para cuando me reconozcas por entero, tendré de ti la forma , los pensamientos; de mi, tan sólo la mujer y las mil y una noches venideras, a jirones inconclusa.
